No sé si has tenido la experiencia de estar cerca de una vidriera. Las vidrieras están compuestas por cientos de piezas de cristal de diferente tamaño, vidrio, color. Por sí sola, cada pieza no dice nada. De hecho, si estás muy cerca, no comprendes el porqué de sus diferentes formas y matices. Solo al alejarte, cuando miras el conjunto, comprendes la grandeza de cada cristal y su contribución a la belleza de la totalidad.
Dios nos ha hecho a cada uno diferentes. Pero no solo aportamos un color nuevo a nuestro mundo como individuos con nuestras cualidades, sino como llamados por Dios a ser “uno” en nuestra diversidad. Para el padre Dehon, la llamada a la unidad fue constante en su vida. Poniendo en práctica la oración de Jesús a Dios Padre, “que sean uno, como Tú y yo somos uno” (Juan 17, 21), siempre fortaleció en su vida y su Congregación la fraternidad, el sentirnos “un solo corazón”, la justicia social, las iguales condiciones de vida para todos.
El lema de este año nos habla, precisamente, de esta unidad que nace del encuentro con Dios. Con Él, las diferencias se tornan posibilidades y nuestra vida adquiere nuevos colores. Nos une su Corazón, aquel que nos ha llamado ser dehonianos (#beDehonian), a ser parte de un proyecto que hace que nuestro mundo sea un lugar mejor.